Los niños con autismo tienen dificultades para aprender a jugar, pero con una serie de pautas y un trabajo sistemático se puede conseguir incluso que desarrollen niveles muy altos de imaginación. Recuerdo ahora cómo Erik, con unos cuatro añitos, cogió una botella de plástico vacía, empezó la cuenta atrás: 10, 9, 8….. 0 y despegó la botella en vertical como si fuera un cohete. Al momento la aterrizó en una mesa blanca: “El cohete está en la luna”, me dijo.
Un trabajo de Anabel Cornago con su hijo Erik.
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